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Es un hecho. Mi novio es «un señor». Un señor joven para ser un señor, pero definitivamente un señor. *Lo que indefectiblemente nos lleva a la toma de conciencia: yo soy «una señora».

Sí. Ya está. No podemos postergar esto por más tiempo: A partir de ahora cuando nos pidan fuego nos van a tratar de señores y, si por azares del destino nos vamos de fiesta, seremos esos a los que los jóvenes y las jóvenas observan con incredulidad mientras se dicen al-oído-a-gritos: ¿Qué hacen aquí esos viejos?.

Sí, ha sido su cumpleaños. Y se ve que en esta relación fusional que nos une, eso me hace más vieja a mí también.

Y las tartas de «este señor» son siempre de chocolate. Porque es «Su día» [*En lo sucesivo «El día del señor»]. Y es sabido que quien posee un día puede pedir, hacer y ejercer como le plazca.

So… Tarta de chocolate. De chocolate y café, con muchas movidas dentro, porque es su día y es su tarta, pero, en esta relación fusional que nos une, es un poco mi tarta también.

Este helado es una crema inglesa, en el que aromatizas el azúcar antes de cocer la crema, y, después también, utilizando extracto o pasta de vainilla.

Añade el extracto o la pasta una vez que retires la crema del fuego, ya que si la base de tu concentrado de vainilla es el alcohol, se puede evaporar durante la cocción, llevándose con él parte del sabor.

Por lo demás, sólo lleva una cantidad generosa de yemas de huevo y no tiene ninguna particularidad más.

Al «tropezonear«, sé libre.

Ponle lo que más te guste. No tienes por qué hacer el caramelo de frutos secos, puedes tostarlos y ya está, O, ponerle lo que más te guste.

Estoy gravemente obsesionada con Erin Jeanne McDowell.

Con ella.

Con su perro.

Con su vida en Nueva York.

Con su casa en New Jersey y con su nueva vida en Kansas City.

¿Por qué?

Pues porque me hace feliz.

¿Por qué?

Porque es muy bonita.

Porque ella y su libertad para comerse una caja de donuts un lunes por la mañana me hacen feliz.

Esta receta es una adaptación de dos fantásticas creaciones de Rose Levy Berenbaum, que puedes encontrar en su libro «Rose’s Baking Basics».

Te digo que es la adaptación de dos de sus recetas, porque este bizcochón, es el jugoso hijo del Carrot cake (pág. 127) de Rose y de su Apple cinnamon coffe cake (pág. 119), horneado en versión muffin.

Y así, con la referencia, llega a nosotros una incógnita universal básica:

¿Qué hace de un bizcocho un «Coffe cake»? ¿Qué quieren describir con este engañoso apelativo?

Y, más importante -y engañoso- aún ¿Por qué un coffe cake no es de sabor a café?

Mientras tanto una tarta de chocolate. Con todos los rellenos posibles.

Fácil, pero que requiere tiempo y anticipación. Aunque puedes simplificarla y convertirla en una tarta de chocolate más sencilla: bizcocho de chocolate + ganage (todo lo puedes hacer la tarde de la víspera) y avellanas tostadas que se hacen en el momento, con algo de tiempo para que se queden a temperatura ambiente.

Según lo veas lo adaptas a ti.

Or, take me back to the stars.

Metes avellanas crudas en el horno y las tuestas.

Las sacas y dejas que se enfríen un poquito. Y, cuando estén templadas, te metes un puñado en la boca.

Y tu vida, mejora.

Esto es así. Es un hecho. Es la magia de las avellanas recién tostadas.

No es científico, lo admito, pero, desde luego, es empírico.

Y, oye, ya que estás, puedes hacer  crema de avellanas y chocolate casera o tu versión de la «Nutella«. Esta sí que sin aceite de palma 100 %, que, dirás tú, que ¿Por qué lo va a llevar?

Esta receta es una adaptación de dos fantásticas creaciones de Rose Levy Berenbaum, que puedes encontrar en su libro «Rose’s Baking Basics».

Te digo que es la adaptación de dos de sus recetas, porque este bizcochón, es el jugoso hijo del Carrot cake (pág. 127) de Rose y de su Apple cinnamon coffe cake (pág. 119), horneado en versión muffin.

Y así, con la referencia, llega a nosotros una incógnita universal básica:

¿Qué hace de un bizcocho un «Coffe cake»? ¿Qué quieren describir con este engañoso apelativo?

Y, más importante -y engañoso- aún ¿Por qué un coffe cake no es de sabor a café?

Mi adorada Erin Jeanne McDowell considera una crema o custard toda aquella mezcla de lácteos, huevos y otros ingredientes, que cuaja cuando se cocina, se hornea o se cuece. Siguiendo su razonamiento de pots de crème a la crema pastelera, pasando por un pecan pie, todo son cremas: preparaciones hechas de lácteos, azúcar y huevos (*+ otros) que cuajan cuando se cocinan.

¿Es así? ¿Es esta la verdad del universo? 

Puede. Ella sabe más que yo, así que yo me pliego ante el conocimiento y sigo su razonamiento.

Pero, entonces ¿la crema pastelera y la crema inglesa son de la misma pata? ¿No ¿Se trata sólo de una diferencia de concepto y nacionalidad? ¿Es la crema pastelera la hermanica pobre de la crema inglesa? ¿O son preparaciones distintas que se usan para cosas diferentes?

Aaaaaaaaay… Tanta reflexión y tan pocas respuestas.

Estábamos en pleno confinamiento número 314. Tercera, cuarta o quinta ola – I can´t remember exactly-, y yo, compré dos bolsas de avellanas crudas sin sal y saqué mis apechusques macaroniles.

Y te digo, se pueden hacer macarons de prácticamente cualquier fruto seco -y no sólo de frutos secos-. La única cosa con la que debes contar es con no alterar la proporción de avellanas y almendras (puedes ver en las fotos que unos son menos agraciados que otros) y triturar lo suficiente las avellanas.

Estos serían las pasos: tuestas, pelas y trituras las avellanas. Después pesas y tamizas el azúcar glas y mezclas: la harina de almendras, las avellanas molidas y el azúcar, y trituras todo junto. Así obtienes una mezcla muy parecida a la que harías si sólo hubieras añadido almendra molida.

That’s it.

No hay magia detrás de este invento.

Esta tarta está hecha para golosos. La crema de chocolate blanco y las migas de sugar cookies son definitivamente dulces y, si eres de esas personas a las que no les guta el dulce – I don’t know who you are, but I have been told you actually exist- quizás puedas pensar en sustituir algunas de las preparaciones…a vuestro gusto….

Es una tarta elaborada, pero que no tienes por que hacer en un sólo día…es más…no la hagas en un sólo día. Puedes empezar con una o dos semanas de antelación (contando con el tiempo real que uno puede dedicar a la repostería). Lo congelas todo, salvo el lemon curd, y lo sacas y utilizas el día que vayas a montar la tarta.

Los bizcochos son mi cosa más-muy favorita que hacer en la cocina.

Son sencillos, que no simples. Es decir, que no hace falta estudiar para hacer buenos bizcochos.

Son una delicia si están bien hechos. Y ponerte con ellos no te roba más de un rato. No manchas mucho. No gastas mucho. Ni te complicas mucho, si no quieres.

Y una vez que te aprendes de carrerilla cuatro cosas, hay un mundo inmenso de bizcochos con los que pasar la tarde…

Este, en concreto, es un bizcocho de coco.

Las compost cookies de Christina Tosi, no sólo tienen una masa perfecta, dulce -muy dulce- y crujiente. No. Es que llevan patatas fritas chips, mini-pretzels y -el nuevo ingrediente de mi vida, ese en el que basaría mi dieta- ¡Butterscotch chips!

Además de generosas cantidades de chocolate y, atiende al invento: Graham crust. Séh. Base de galleta, como la base de cheesecake ¡Dentro de las galletas! Chips de la mejor galleta, dentro de otras galletas.

¿Qué mente ¡Por amor a la comida! Maquina, perpetra, urde, este invento?

Pues a una mente maravillosa.

Este lemon curd es la crema de limón de la señorita Tosi. Parte de su tarta de pistacho, de su lemon mascarpone y de otras maravillas que podrás encontrar en su primer libro «Momufuku Milk Bar», con prólogo de David Chang.

Hay muchas cremas de limón que están de muerte -hola, todas- pero ¿Qué hace esta crema distinta? Pues que Tosi es una Chef de la H00$71@ y ella piensa desde una cocina profesional en la que el tiempo es un bien precioso y necesitas conseguir máximo sabor en poco tiempo. Y eso hace esta receta. Proporcionarte una crema máximamente ¿Limonera? ¿Limonosa? ¿Limoníl? Whatever.

¿Te imaginas que el merengue italiano te sale perfecto?

¿Y que haces un macaronage espectacular, el color de la masa es ideal y al formar los macarons en la bandeja te quedan estupendos? 

Y entonces los metes en el horno y al sacarlos -Oh, terror y pavor-:

¡No se despegan del papel! ¡Están huecos! ¡La mitad del macaron está pegado a la bandeja! Pues pasa. Sí, amig@. Esto pasa.

Es un drama. Lo sé.

A mí, si me invitas a tu casa, yo te llevo una tarta. De recibir esta tarta, recibirías 4 jugosas capas de bizcocho de calabaza. Especiado y sabroso.

Es una receta muy sencilla pero a la que le tengo cariñete, porque es de una época en la que me obsesioné con aprender a hacer buenos bizcochos y, entre otros, salió este cake preparado utilizando el método de masa y espuma.

Lo demás es chocolate a mansalva. Y qué te voy a decir yo de ponerle un montón de chocolate a…lo que sea… -Pues es que está bien-.

Siempre he pensado que las cosas «mini» son inherentemente superiores a todo lo demás, en lo que a «adorabilidad» se refiere.

[Adorabilidad: Adj. (inventado) Que, por su capacidad de provocar que te enternezcas y digas «¡Aaay! que mono», posee la propiedad de ablandar tu corazón de piedra, aunque el sujeto al que se aplica sea feo, torpe o ridículo. Por ext. se aplica a cachorros de toda especie animal, miniaturas de movidas de toda índole y exaltaciones cualesquiera del amor y la amistad.]

Pero las mini-tartas tienen muchas más ventajas.

No sólo son monas.

Estos macarons son de cacahuete, de cacahuetes fritos con sal –seh, que poca vergüenza, mi endocrino me estaría mirando fatal ahora mismo…si tuviera endocrino…-, rellenos de caramelo blando de cacahuete –ese pegotillo de caramelo con cacahuetes picados- y crema de mantequilla de merengue suizo de caramelo y curry. Estaban tan buenos.

Porque la gracia de estos dulces es que, aunque deben prepararse de forma precisa, también admiten un inmenso número de variaciones de sabor y textura. 

Ponerles frutos secos caramelizados…ehhh…es peligroso, pero ¿Qué es la vida sin riesgo?

Las galletas de Navidad de Amy Ho me obsesionan.

Esta fue la primera caja de galletas de Amy que Instagram trajo hasta mí.

Y me enamoré profundamente porque, un proyecto galletil es una maravillosa excusa para ponerte a hornear a muerte.

Por eso la preparo yo. Para fliparme, enajenarme y abstraerme inmersa en un proyecto que termina en merienda.

Estas son LAS GALLETAS.

La receta absoluta. Están tan buenas.

Y salen siempre bien, si sigues el tutorial de Rosie «Sweetapolita» Alyea.

Para mí, son una guía básica, una receta de «fondo de armario» infalible de sugar cookies, galletas de mantequilla o galletas para decorar -llámalas como quieras-.

Mi memoria está empapada de recuerdos relacionados con la comida. Porque me encanta comer. Porque mi relación con la comida es de amor absoluto y porque yo podría ser redonda como una bola.

Y, en esas memorias y en ese amor absoluto, entre tortellini con bechamel y petitsus de café, sale también mi madre en algunos episodios. Y, ella, que es de morro -muy- fino, daba ocasionalmente el capricho de comer galletitas francesas, por sus memorias, supongo.

Las palets o sablés bretons son unas galletas mantecosas y suaves. Son muy quebradizas porque llevan una inmensa cantidad de mantequilla y difícilmente conservarían la forma si no se horneasen dentro de los mismo cortadores con que se cortan.

Saben a deliciosa mantequilla, ligeramente dulces y con un punto salado, se deshacen, al darles un mordisco, en un motón de maravillosas migas, que soy que soy muy gorda, reúno así empujando y procedo a aprovechar.

Crujientes. Súper crujientes galletas de chocolate rellenas de una crema de sabor intenso y textura suave.

Chocolatosas. El chocolate total.

Y muy bonitas. Bonitas de hacer y bonitas de ver. Quedan super vistosas y el sabor no deja lugar a la duda.

Como el actor de la última película de Christopher Nolan decía: In Nolan We trust.

Yo te digo, in Yotam We trust.

Todos los años a comienzos de Diciembre preparo un montón de masa de galletas de jengibre. Una montaña de gingerbread.

Y gozo esa tarde, metiendo la cabeza en una nube de olor a melaza, especias y ralladura de naranjas y mandarinas.

Una vez tengo la masa, la divido en discos y la congelo. En los días y semanas siguientes, voy preparando hornadas de aromáticos hombrecitos. Y así podemos meter la mano en el tarro cada día, durante toda la Navidad.

Esta receta lleva en mi lista años.

Años deseando emular las galletas Digestive. Años desde que encontré esta receta en el blog de la fantástica Bea Roque.

Y este año me he dado el capricho.

¡Su sabor es delicioso! Muy sabrosas, densas, sí, pero muy ricas y saciantes.

Esta es una de esas recetas super sencillas, que son básicas. Hasta ahora yo había hecho distintas recetas, pero desde hace algún tiempo preparo esta ¿Por qué? Pues porque en libro «El gran Manual de pastelero», de Mélanie Dupuis, te explican el por qué de las cosas, te hacen dibujinchis y fotis de los pasos y te cuentan cosas técnicas, que a mí me mola, porque soy curiosa, como un gato doméstico.

Pues esta tarta lleva una capa de ganage sobre la masa horneada en blanco, que se deja enfriar y sobre esta, una capa de relleno acaramelado hecho de harina de maíz, mantequilla, huevos y azúcar moreno -que yo he sustituido por el de boniato-  y al horno.

Rellenarlo puedes rellenarlo con lo que tú quieras. En este caso el relleno es de boniato, especiado y muy sabroso, pero puedes sustituirlo por calabaza.

Me he mudado a vivir a un castillo de la campiña francesa.

Desde hace algunas semanas vivo con una familia inglesa que tiene un castillo.

Un castillo y un programa de televisión, que veo en bucle y que me permite enajenarme. Y, en este trasegar, he hecho tarta de manzana, este apple pie con crumble de avena.

Los macarons son una fuente de bienestar. Y el bienestar es salud y…ya sabes lo que dicen de la salud. Que es lo más importante. Por tanto: los macarons son lo más importante.

Y, es que, ponerte a hacer macarons requiere aparcar todo lo demás.

Y si salen… Si salen te sientes un triunfador máximo…

Hace un par de años cayó en mis manos el libro de Chris y Paul, «The New Pie», un libro dedicado por completo a la perfección,  al detalley al pie. Pero, este, no es sólo un libro sobre las tartas americanas por excelencia: los pies (*pays), es un libro sobre una historia de amor. De amor y pie.

Pies muy guapos. Y una historia de amor. Una muy chula

De todas las cosas que pueden mejorar un día cualquiera, hay dos, que lo mejoran particularmente, sea cual sea la forma o tamaño en que te las encuentres.

Una es el café. Y otra son los donuts.

Porque, eh… Café y donuts…son el bien absoluto. Y, hablando de lo bueno, la masa de brioche de Erin, «Cloduy Kitchen».

Es la sensación de que es una tarta de queso, que alguien olvidó en el congelador, y, helada, fue atropellada por un tráiler. Acto seguido fue volcada en una taza, que, por azares del destino, llegó a ti, que te hallabas, cuchara en mano, esperando…

Por eso, en adelante, el objetivo será meter una tarta de queso en una heladera.

Hace algunos veranos tuve una historia de amor con un chef americano residente en París.

Un viajero, amante de la comida, que me contaba historias maravillosas de cómo intentó atravesar la frontera con «sospechosos» fardos llenos de turrón español.

«Si nunca has hecho tu propio helado antes y eres de l@s de cosas compradas, prepárate para quedarte impresionad@. Nada iguala el sabor del helado recién hecho sacado directamente de la heladera.
Por suerte es fácil preparar los más sabrosos helados [….]»

David Lebovitz, «The perfect scoop»

El caso es que estas galletas son super divertidas de hacer porque son pequeñitas y están rellenas y bañadas y sprinkleadas.

Las Perfect Dark sugar cookies de Sweetapolita tienen su parte de culpa. Pero estas llevan más chocolate. Mucho más chocolate.

Cuando este maravilloso libro de recetas llegó por fin a mis manos me pasé días hojeándolo, dándole vueltas a qué probar primero… Y entonces las vi: Custard Yo-Yos with roasted rhubarb icing, tan monas.

Al leer la receta, ilustrada con una luminosa foto de las galletas rellenas de una crema rosa de ruibarbo, algo de ellas se quedó en mi mente, sin darme yo mucha cuenta, porque ese sábado fui por inercia buscando por el supermercado preparado para crema pastelera

La vainilla es una de mis obsesiones.

Y, hacer tu propio extracto de vainilla no sólo es facilísimo, sino que es otra forma de aprovechar las vainas de vainilla.

Lo ideal es hacerlo con vainas nuevas y de buena calidad, pero, si te soy sincera, yo primero las utilizo para lo que sea y después las «reciclo» para el tarro perenne de extracto que escondo en el fondo del armario de mi cocina.

Me encantan los bizcochos de limón o de lima y limón. Coger un limón bien grande y rallar toda la piel, añadirla al azúcar y pegar la cara al bol mientras se bate, para que todo su aroma me llegue al «celebro», tiene la capacidad de parar el tiempo en mi cabeza.

Pero es que, además, cada vez que voy por el lado cítrico de la vida, tengo que preparar inevitablemente el citrus curd de Christina Tosi. La mejor crema de limón que haya probado este cuerpo humano.

Porque los macarons son como las niñas pijas de la peli Chicas malas. Preciosas y seductoras. Con sus colores y su técnica, mortifican a todo el que se atreve a acercarse, haciéndose pasar por pan para la élite.  ¡Pues no! Bajo la mística de la técnica, son galletas de merengue y almendra.

Y Bernadette, en su libro: «Magnolia Kitchen», destapa el misterio y anticipa el crepúsculo de los ídolos –franceses, en este caso- desvelando sus secretos.

Cada verano, la idea de preparar una tarta de melocotón se apodera de mí.

Cuando me abcedió el ataque melocotonísmo anual, estuve pensando en una tarta, para poder darle a la manga pastelera, porque me había llegado: Icing on the cake, el último libro de Tessa Huff, autora de «Layered» y del blog «Styles Sweet Ca«.

Que el brioche está delicioso es evidente. Que, en teoría, se prepara de forma muy sencilla también es cierto.

Pero, entonces ¿Por qué en la práctica no es tan fácil que te salga bien a la primera?

Así me encapriché de la idea de entender cómo y por qué afectan al resultado los ingredientes, la temperatura o el tiempo de fermentación o el método de preparación.

Básicos reposteros para empezar desde cero y algunos trucos útiles sobre ingredientes, sustituciones y temperaturas, horneado, extracto de vainilla y cómo hacerlo casero. Básicos para empezar a darle vida a la manga pastelera. Cacharros básicos y ¡Blogs muy guapos!

Hay muchas recetas de White cake por todo el Internet. Yo he probado algunas. Y no te puedo decir que haya encontrado ninguna que no me guste, pero, esta, la receta de Molly yeh, autora de «My name is Yeh»  y Molly on the range  es la receta perfecta porque es un bizcocho jugoso, infalible y tiene un sabor delicioso.

Entre tanto, compré té matcha. Nunca lo había probado y ¡Me encanta!

Desde luego para beber. En un vaso hasta arriba de hielo ¡Está buenísimo!

Pero, aunque como bebida me haya encantado, no lo compré para eso. Me moría por experimentar con  él haciendo dulces…

Pocos lugares pueden reconfortarte tanto como un horno en el que se están tostando cereales y frutos secos bañados con miel. Pocas cosas son tan sencillas. Y está tan buena que, si empiezas a desayunar esta mezcla hecha en casa, no podrás volver a comprar esas -carísimas- mezclas de bolsa, sin arrugar el morro.

Vamos a empezar como si tú ya tuvieras hechos tus bizcochos y lista la crema y los rellenos que quieras ponerle ¿Y ahora qué?

Ahora necesitas preparar algunas cosas y dejar lista tu zona de trabajo, para que trabajar te resulte fácil y cómodo, para que puedas trabajar más rápido y mucho más limpio y así tu cocina no parezca la zona 0 de una guerra de crema de mantequilla y migas de bizcocho.

Todos los que nos iniciamos por amor a los layer cakes y los cupackes, sabemos que las buttercreams americanas utilizan la mantequilla como base de la crema -así,  a lo vivo- sin embargo en la repostería europea, son las preparaciones hechas con huevo cocinado la base más habitual de la crema de mantequilla.

Las cremas de mantequilla con una base de merengue, pasta bomba o crema pastelera son otra cosa. 

La crema pastelera tienes su aquel. Sí. No eres tú, ni tampoco soy yo. Ni el cazo. Es ella.

Como todas las cremas con base de huevo cocido, traidoras comadrejas, tiene su técnica, su ojo de abuela, su Je ne sais quoi, que viene a ser su control de las temperaturas.

Por eso, dos recetas y un truco, para que tu crema pastelera sea perfecta.

Preparo dulces porque me pone de buen humor. La mantequilla hace feliz a la niña gorda que fui, así que nunca falta en mi nevera.

Atesoro kilos de harina, azúcar y chocolate y creo que deberían hacer perfume con el olor de la levadura fresca.

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